domingo, 31 de octubre de 2021

INTERLUDIO - RÍO ATMOSFÉRICO (O CADENA DE BORRASCAS)

Ayer... Mejor dicho, antes de ayer por la noche comenzaron las lluvias. La prensa, con su habitual parafernalia de artificio y titulares para el espectáculo, ya avisaba días antes de que un río atmosférico del tamaño, por el caudal, del Amazonas se aproximaba por el Atlántico dispuesto a barrer toda la Península. A esto, en Geografía, en los capítulos referidos al análisis climático de los territorios, se le llama cadena de borrascas: en este caso preciso, un frente cálido Atlántico, profundo, de manual. Un frente de mucha enjundia: poderoso, cargado hasta los topes de benéfica lluvia, agua para la tierra española siempre sedienta; a pesar de que, al menos aquí en el SE, hemos tenido desde el final del verano (Agosto, incluido) fenómenos tormentosos y lluvia de sobra. No hay más que fijarse en los campos y las orillas de los caminos: una alfombra de gramíneas renacidas que han mantenido el verdor incluso en lo peor de esos accesos saharianos que, comúnmente (con habitual normalidad), nos golpean verano tras verano. Ahora, los periodistas (y no los científicos, como nos quieren hacer creer) afirman... extienden la especie de que el clima está  cambiando y que una especie de apocalipsis bíblico se nos viene encima; que los mares cubrirán Benidorm y Valencia, Londres y Nueva York, y que nos comeremos los unos a los otros. El miedo, hoy como ayer, es un arma de control muy poderosa. La misma palabra... el mismo concepto clima lleva implícito el motor del cambio constante. Una leve inclinación del eje de La Tierra (como está aconteciendo, según las últimas noticias especializadas) o una tormenta solar mantenida en el tiempo allá a 150 millones de km en el espacio (como afirman con pruebas los japoneses) afectan con más profundidad a ese motor planetario que toda la actividad humana concebible. Y yo lo que estoy observando los últimos años en los que, efectivamente, los inviernos son más suaves (sin dejar de ser inviernos, al menos si los comparamos con aquellos, verdaderamente árticos, que sufrimos alrededor de los años 70 del XX, que es la referencia que utilizan estos nuevos profetas del cambio) y los veranos más o menos igual de insufribles, es que llueve más y durante repetidos periodos. Ello es así en esta parte de la Meseta Sur, al Oriente de las grandes llanuras de La Mancha y en la Valencia interior, donde se insertan las comarcas hermanas de Requena- Utiel y Ayora. Después está la aparente incongruencia que produce el hecho de que habitualmente más lluviosos, hablo, efectivamente, de la Serranía de Cuenca, están sufriendo una carestía de lluvias y nevadas que convierte sus excelsos pinares en un manto de peligrosa y quebradiza sequedad.





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